Vivimos en tiempos tormentosos en este inicio de año, donde cada colectivo reclama no quedarse atrás. Los trabajadores reclaman que su sueldo no se descuelgue de la subida de precios, los jubilados que su pensión no se desvincule del IPC, los empresarios menores impuestos para sufragar los crecientes costes…

Sea cual sea el lado de dónde nos encontramos y enfrascados en la defensa de nuestros propios intereses hay un altavoz ciego que grita cada vez con más fuerza y a que a pesar de que cada vez su presencia se hace más notable parecemos ignorar: la naturaleza.

En las ciudades, donde tendemos cada vez a agruparnos más nuestra sordera con respecto a sus reclamaciones se agudiza, pero sin embargo en Logroño, al igual que en otras muchas grandes urbes tenemos un representante de la naturaleza muy notable, que responde al nombre de Río Ebro.

En los últimos años hemos tenido la sensación de que los “sustos” en forma de crecida de caudal cada vez han sido más frecuentes y cabría preguntarse ¿Qué posibilidad hay de que barrios pegados a la ribera (Como es el caso de El Campillo) se inunden en una avenida del Río?

En la más fuerte de las crecidas de este siglo, sucedida en el año 2003, las instalaciones de Las Norias o del Adarraga fueron “tragadas” por el cauce del río. En aquel momento los aledaños del río apenas contaba con 10 edificios habitados pero ¿Cuáles serían las posibilidades de que ese evento se repitiera y cuáles serían los daños ahora que lo habitan miles de personas?

Desde entonces, las contenciones de respiración se han sucedido, como las ocurridas en 2008, 2015 y 2019 . Pero un día el Ebro nos meterá un gol por la escuadra trayendo en el vendaval de su crecida, cuantiosas pérdidas económicas y de la fauna y flora que habita en sus riberas.

La Confederación Hidrográfica del Ebro, nada sospechosa de ser una activista antigubernamental ya ha alertado de que en los últimos 20 años se han registrado en tres ocasiones caudales superiores a los 2600 metros cúbicos, medidos en Zaragoza (sede central de este organismo), datos que no se llegaron a alcanzar en el periodo anterior (1980-2000). En un artículo reconoce que la transformación de la cuenca para usos residenciales, infraestructuras y explotación de nuevos regadíos en la llanura de inundación del río está alterando su curso natural.

¿Podrían convertirse Miranda de Ebro, Logroño o Zaragoza en la Alemania de 2021, con un reguero de 200 fallecidos a su paso? Según los expertos en clima de la ONU estamos jugando con fuego para que tal catastrófica posibilidad llegue a producirse, ya que el proceso de calentamiento global se está acelerando, extremo confirmado por los científicios de World Weather Attribution (Organización Mundial del Clima) que avisa que inundaciones como las sucedidas en Europa Central el pasado verano son nueve veces más probables en el actual contexto de actividades humanas .

Si no queremos hacer caso a los consejos de los científicos y nos gusta mirar más hacia el refranero popular, este tampoco escatima en frases <<Cuándo veas las barbas de tu vecino pelar, pon las tuyas a remojar>>.

Sea cual sea el enfoque, el Gobierno de España por medio de la CHE, administración competente en la gestión del río haría bien en reconsiderar la estrategia de ir “humanizando” la ribera del río como si no pasara nada, a fin de asegurar la seguridad y el bienestar de las personas y seres vivos de las localidades que atraviesa el Ebro. Un plan igualmente interesante desde un punto de vista económico, pues no hay mejor estrategia que un futuro sin sobresaltos.

 

Logroño, 21 de febrero de 2022